Por: César Augusto García Arias Un paseo por la Catedral Nuestra Señora de Lourdes La vida transcurre. Puntaditas de alegría recorren mi cuerpo; es el sabor a chocolate en mi boca después de comer una chocolatina. En el suelo, pequeñas sombras de nubes recorren calles de huecos centenarios. En el ambiente, fugaces brisas tropicales danzan con las palmeras. “Arrecife”, es la palabra que mejor describe y embellece el cielo. “Salpicón”, oda a los olores y sabores de mi ciudad natal, Florencia. El calor me abraza espinosamente y un sudor chicloso se apodera de mí. En lo alto, el reloj de la catedral indica la hora: 4: 00 pm. Subo las escaleras y cinco puertas me dan la bienvenida. Las observo. Pienso en entrar por la más grande. No me decido. De repente una caravana de motos y carros aparece con dirección a la catedral; saco la cámara y tomo algunas fotos. En todo caso no saldrán en esta crónica, que pena con los lectores, no hay espacio. En fin, me hago a un l...