Por: César Augusto García Arias Cuento. Y CONTUVO LA RESPIRACIÓN La tenía cerca, muy carca. Podía oler su perfume y rozar su piel canela. En un segundo memorizó su rostro, evaporó todo recuerdo de la Fea de Marta y contuvo la respiración. --Hola. --Hola. --¿Larga la cola No? --Sí. --Eres de por aquí. --Sí. --Umm, bien. Mucho gusto mi nombre es Pedro. --Ajá. Y a continuación, una mano fría y una sonrisa protocolaria cerraron todo intento de conocerla mejor. Pedro se llevó sus manos a la cabeza y un No, de No lo Puedo Creer, le recordó que estaba vivo. Alguien le preguntó algo codificado en forma de advertencia pero él sólo escuchó la voz de aquella mujer. Está muerta pensó, y, sin darse cuenta, comenzó un rechinar de dientes inflamatorio. Que salga hombre, muévase, rápido, que esta mierda se caerá toda, le gritaban, y Pedro atendía, ahí, disminuido, atolondrado, como pensativo e incrédulo. Murió, ella, hueputa, salvado, yo, gracias, ay, ella, murió, decía Ped...