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CRÓNICA URBANA: UN PASEO POR LA CATEDRAL NUESTRA SEÑORA DE LOURDES



Por: César Augusto García Arias


Un paseo por la Catedral Nuestra Señora de Lourdes




La vida transcurre. Puntaditas de alegría recorren mi cuerpo; es el sabor a chocolate en mi boca después de comer una chocolatina. En el suelo, pequeñas sombras de nubes recorren calles de huecos centenarios. En el ambiente, fugaces brisas tropicales danzan con las palmeras. “Arrecife”, es la palabra que mejor describe y embellece el cielo. “Salpicón”, oda a los olores y sabores de mi ciudad natal, Florencia. El calor me abraza espinosamente y un sudor chicloso se apodera de mí. En lo alto, el reloj de la catedral indica la hora: 4: 00 pm. Subo las escaleras y cinco puertas me dan la bienvenida. Las observo. Pienso en entrar por la más grande. No me decido. De repente una caravana de motos y carros aparece con dirección a la catedral; saco la cámara y tomo algunas fotos. En todo caso no saldrán en esta crónica, que pena con los lectores, no hay espacio. En fin, me hago a un lado y observo—me gusta observar—. Sin previo aviso una multitud se apodera de las escaleras del atrio. Ascienden. Desde mi posición puedo clasificar rostros: rostros curtidos por el ardiente sol, de orejas rosadas y pieles arenosas. Rostros cosméticos, de bocas acarameladas y maquillaje prominente, y rostros saltarines, de ojos inquietos y cejas airosas. Pienso: <<¿quién se murió? ¿Y si fuera yo?>>, en ese caso lo mejor es que me cremen y arrojen las cenizas al inodoro, he dicho. Algo vibra en mi pantalón, <<el celular>>, pienso. Lo veo y ya está: <<la pobre “panela” se está muriendo>>, me desinflo. Cuenta regresiva, 15% de batería. <<No hay tiempo que perder>>, me digo. Tomo más y más fotos; por un instante me siento paparazzi. Aprovecho para filtrarme entre la multitud que avanza a marcha lenta. Agudizo la vista y observo un séquito de pingüinos con rostros inmutables que lidera la procesión. Batería 14 %. En medio del recorrido observo un Divino Niño ---que se sostiene gracias a una nube amarilla marca “Yo Reinaré"---; no sé por qué razón pienso en Gokú, viajando en su nube voladora, listo para salvar el mundo. Luego giro la cabeza y observo una virgen incrustada en la pared; sostiene en sus brazos a un Jesús desnutrido y algo sobreactuado; la sangre le recorre sus costillas. Batería 13%. La procesión se detiene cerca al altar. Tomo asiento lo más cerca posible a una tierna viejecita. En su cuello huesudo le sobresale una camándula de colores; ella me observa. No pasa mucho tiempo para darme cuente que mis ojos recorren libremente los espacios de la catedral: me llama la atención el arte pop religioso representado en cantidades de vitrales, estatuillas, imágenes de vírgenes, santos, cuadros renacentistas falsificados y la church people. Salgo de estos pensamientos y sin previo aviso me tropiezo con dos sexis “pingüinas de la muerte” que acompañan un féretro. <<¡Wow!, por un momento sí me gustaría morirme>>, pienso. De la nada una canción: <<Ave María, Ave María...>> Inmediatamente pienso en tomar avena, sí, de esas que venden en los quioscos frente a la Catedral; deliciosa avena. Batería 12%. En estos momentos mi tarea es esperar. Miro el celular: 4:30 de la tarde. Aplausos y coros desafinados se apoderan del lugar; el sacerdote habla y el aburrimiento se impone. Aunque una sola cosa me llama la atención del predicador, su traje: una bata color morado oscuro y franjas verdes “aguacate”. <<Es hermosa>>, reflexiono. Por fin accedo a la Virgen de Nuestra Señora de Lourdes, patrona de esta catedral, claro, de allí su nombre, como no saberlo. De inmediato comienzo a recordar algunos datos basados en entrevistas e indagaciones. Primero, la Virgen de Lourdes que tengo frente de mí, la cual creo que me observa y me suplica no publicar esta crónica, (Esa virgen Top Model que se les apareció a los franceses, con más seguidores en todo el mundo que Juanes, Shakira, los Beatles, el Papa y el Chavo del Ocho juntos, esa virgen que se viste con telas descoloridas y posa de “inocente y pura”, que muchos colombianos la falsifican y la venden como pan caliente en ferias y semanas santas. Esa que suele clonarse, cambiar de ropas y adjudicarse gremios: los conductores, los sicarios, los vendedores, los políticos, los enfermos, etc. En fin, esa que no necesita iglesias para tener altares) no es la estatuilla que originalmente viajó desde Italia, (primero en barco, luego en tren y después a lomo de mula) y, que para ser concretos, sirvió como Church Boss durante las primeras décadas de la construcción de la actual catedral. En conclusión, esta virgen es algo así como un “cambiazo”; un repuesto para decoración. La verdadera estatuilla de la virgen se encuentra en la sala de la Casa Cural. Días atrás había tenido la oportunidad de visitarla, pero no era gran cosa: 55 cm de altura, enana. Decoloración en falda y cara, desgastada. Encerrada en una vitrina, jubilada. Para entonces lo único que recuerdo fue la palabra “tacaño” en relación con la diminuta virgen que decidió comprar el arquitecto de esta catedral, el tal “Jaimito” de Igualada. Batería 10%. Ya dentro de la catedral, debajo de la virgen, puedo ver algo parecido a un cajón de piratas con nada más y nada menos que las cenizas de muchos capuchinos, evangelizadores y padres fundadores de la región, entre ellos el diseñador y constructor de la susodicha catedral, Fray Jaime de Igualada. Sobre este personaje me atrevo a pensar que fue un hombre inteligente y entusiasta: tratar de construir un modelo auténtico de Lourdes Francesa en Florencia, que para la década de 1930 era un pueblo desconocido para el mundo, era tarea no muy aterrizada. Por el momento, el fantasma de Igualada se tendrá que conformar con una bonita catedral diseño republicano, un mural conmemorativo de la verdadera Catedral de Lourdes, un reloj italiano que se atrasa cada vez que quiere y unas campanas que nunca suenan porque fueron remplazadas por la USB, el computador y varios altoparlantes sonido estéreo. Batería 9%. Pasan unos minutos y puntaditas de infelicidad recorren mi cuerpo, seguramente son las ganas de orinar. Sin darme cuenta camino por todos lados: paso silenciosamente por la Fuente Bautismal y recorro el lobby sacerdotal. En un descuido deslizo mis dedos por las suaves sillas acolchonadas, donde un total de cuatro sacerdotes suelen aplastar sus “culos inmaculados”. Avanzo al Confesionario. Ingreso. Adentro, una cámara acolchonada con cortinas dúplex me recibe. Sin timidez abordo la silla confesional ---me siento Bart Simpson cargando miles de pecados acuestas---. Entonces apresuro el paso y me dirijo hacia la salida y llego al atrio de la catedral. Batería 8%. Paro. Miro hacia el cielo: aves en formación triangular avanzan hacia el horizonte montañoso de la ciudad. En ese instaste observo algunos niños. Me observan. Les saco la lengua. Huyen. Paralelo a esto siento la necesidad de abrir mi libreta de apuntes. Caligrafía “nacho” me da la bienvenida y al azar me topo con tarifas parroquiales que un sacerdote me entregó. <<¡Qué me pasa!>>, reniego, tocándome la cabeza. Al instante ráfagas de imágenes sobre salas de cine impactan mi cabeza. Con decisión sacudo mi mollera para, tal vez con la seguridad de haber parado este asalto mental, concentrarme otra vez. De nuevo veo mi libreta: Combo Bautismo, Agua bendita y Cirio 14. 000. Pesos, sin popcorn. Combo Curso de Primera Comunión más misa 5.000 pesos, sin popcorn. Combo Matrimonio 50.000 pesos y Combo Matrimonio Plus 80.000 pesos (este último incluye tapete rojo, alfombra de la fama y Coro con los últimos éxitos de navidad y semana santa), más popcorn. Luego pienso: <<si me caso pido rebaja>>. Batería 6%. Me río. Presiento que mi otra parte del cerebro  ganó la batalla. Nada que hacer, tengo que ir a cine; definitivamente soy una boleta. Segundos después ya estoy inclinando mí hombro en una de las puertas de la catedral. Resuelvo girar mi cabeza de nuevo y mi vista se concentra en la Plaza San Francisco de Asís: a uno de sus costados, carruseles y barquitos mecanizados; los niños se divierten. Al otro lado, convertibles y deportivos miniatura; los padres sufren. Batería 1%. Decido ir a echar un vistazo, porque amo los carruseles. Abono pasos hacia el único paradero de buses con vista al parque. El reloj de la catedral señala las 5: 30 pm. <<Ya es tarde>>, pienso en voz alta. Y mientras acelero el paso, una sensación de vacío invade mi ser. Batería 0%. No tengo plata para el bus. Sigh, Sigh, Sigh.

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