Por: César Augusto García Arias
A Matilde,
la cucaracha que nunca pude matar.
Pablo abre la puerta del baño, enciende la luz y lo primero que ve es una cucaracha sobre su cepillo de dientes. Pablo no se asusta; la cucaracha tampoco. Ambos se miran como si fueran personajes del West Virginia Campus. Ambos saben que el primero en desenfundar y disparar su arma gana. Por ejemplo, puede pasar que la cucaracha sacuda sus asquerosas alas y luego vuele como bala hacia su enemigo; por otro lado, la idea es que Pablo desenfunde su chancla y, con magistral técnica, detone un chancletazo que rompa y queme el aire hasta su objetivo, la cucaracha. Se aproxima el golpe: silencio, silencio por favor. ¿Quién ganará este duelo? Yo creo que la cucaracha porque el karma existe: el hombre mata y mata cucarachas, sin consideración, como un asesino a sueldo que por diversión y pasta mata a quemarropa, y esto el universo lo ve, o mejor, lo siente; y luego el universo activa el efecto karma: el dolor que el hombre causó, será el mismo que en su propio seno será causado. Aunque pensándolo bien --más con la razón que con el corazón-- ganará el hombre: si una mosca se posa sobre el cepillo de dientes de cualquier cristiano, ok, no es para tanto. Pero si una culera cucaracha se posa sobre el inmaculado cepillo de dientes de un cristiano, no esperemos que este reaccione con amor y paz. ¡No! Entonces, el castigo esperado para este atentado contra la higiene humana --cosa seria para los humanos-- sería la muerte. Pero no cualquier muerte. Es necesario una muerte con estilo, con todos los juguetes: mínimo tres aplastamientos sobre el cuerpo de la cucaracha más el descuartizamiento por mecanismos aleatorios post morten. Por cierto, si la cucaracha está embarazadita, lo correcto para estos casos es el aplastamiento nazi: que corran ríos de sangre roja y sangre blanca. Sin consideración, porque sabemos que los hijos de las cucurachas hoy, serán los futuros judíos del mañana. Silencio, silencio por favor. En cualquier momento esto se sale de madre. ¿Pero qué es esto?, ¿Qué es esto, por qué no hay fiesta de sangre en este duelo? Ay no. Ahora sólo falta que se den un pico. ¿Qué, pero qué veo? Lo que faltaba, el humando tuvo compasión de la cucaracha, y la cucaracha tuvo compasión del humano, y ahora ambos bichos están dele que dele a la palabra:
--Hola querida, ¿qué tal el día?
--Hola querido, bien, bien trabajando duro, recogiendo azúcares y otras sustancias para mis hijos y mi familia.
--Ay, con razón no paras de estar aquí y allá.
--Sí, y algo preocupada también.
--¿Por qué?
--Mi amiga, la cucaracha Marta, que ya no puede caminar.
--Ay, cómo así, ¿qué le pasó?
--Anda en sillas de ruedas para cucarachas. Sufrió un accidente y ya no puede caminar, porque no tiene, porque le faltan, las dos patitas para andar.
--Uy, grave la cosa.
--Si. Resulta que una vez la cucaracha Marta se metió en un el hormiguero --creo que un bar de reggaeton--, y allí le quitaron las patitas; pobre Marta las patitas le comieron. Pobrecita Marta, anda renca y afligida, caminando a paso lento, escondiéndose de día. Entonces, la cucaracha, la cucaracha Marta, ya no puede caminar, porque no tiene, porque le faltan, las dos patitas de atrás.
--Ojalá Marta se recupere pronto.
--Sí, Ojalá. Aunque me causa risa que Marta, últimamente, le ha dado por ponerse una bombacha, toda llena de botones y adornada de hilachas. Jajajaj. Y lo peor es que los ratones Juaquín y Andrés constantemente le dicen a Marta: <<Que bombacha mamaracha lleva Doña Marta>>. Jajaja. Pero creo que eso a Marta no le importa.
--Oye, Pablo, otra cosita. ¿Me vas a asesinar?
--No cucaracha, como crees, me caes bien. Asesinar no lo es mío.
--Ay, gracias. Y perdón por posarme sobre tu cepillo de dientes. Prometo no volver a hacerlo.
--Fresca cucaracha, usaré un cepillo de dientes nuevo que tengo en el tocador de mi cuarto.
--OK.
--Bueno, cucaracha, me voy. Escóndete rápido que mi Papá si te deja bien muerta.
--Gracias Pablo lo haré. Feliz noche.
--Igualmente cucaracha, salúdame de mi parte a Marta, que se recupere pronto.
--Sí, eso haré. Chao.
<<Pobre Marta, la cucaracha ya no puede caminar, porque no tiene, porque le faltan, las dos patitas de atrás>>, piensa Pablo, mientras apaga la luz y cierra la puerta del baño.
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