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CARTA A PABLO. SOBRE EL SUICIDIO



CARTA A PABLO. SOBRE EL SUICIDIO




Hola Pablo.

Querido amigo, pensar y cometer suicidio no es un acto de cobardía; es, por el contrario, valentía en estado puro; responde a la acción de ver el cielo estrellado y dejarse ir hacia lo inevitable: la ingravidez de la nada, la sospecha del cansancio y sí, el dulce frío de la nostalgia. Sí, estoy cansado, como una roca  a punto de caer, todo porque su suelo se desvanece, se tritura en medio del agua engañosa, de un río que crece con el golpe de las pasiones vacías y artificiales, de una humanidad confundida, que se ahoga entre la codicia. Entonces, mi suelo se desvanece, es arena movediza; se desvanece rápido y se deforma como se deforma el culto a mi propio ego, y con ella muere mi voluntad de vivir. En ese sentido, vivir ya no se ubica en un predio, en una tierra; es decir, es aire, un aire contaminado de incertidumbre y desconfianza, que surca esa otra tierra, más desvanecida que la mía (tierra quemada de gente que anida en los basureros de la inconsciencia), y de paso la contamina, dándole vida a la miseria eterna, de voluntades siniestras, cómplices de las insatisfacciones. 

Ya no entiendo lo que significa la calma y la tranquilidad ausentes en este, el ahora, mi cuerpo indeciso. Ya no sé lo que significa la palabra futuro; o sí lo sé, pero creyendo que toda respuesta será vacua: futuro es dolor, es envejecer sin la vejez, es crecer sin crecer, o lo que es lo mismo, crecer sin desarrollo, sin el parpadeo de la perfección y el conflicto de la supremacía idílica. El futuro es un objetivo caduco, para mentes idealistas que cubren su alma con pieles de lobos y sangre de ovejas. El futuro no existe para mí, porque es contradicción, despliegue de hipocresía e ilusión ontológica. Luego, el futuro para mí es creer en un próximo pasado que nunca será peor que el mismo presente, presente que siempre será pasado aunque el futuro se nos anuncie como otro pasado mejor. Otra definición de futuro es aquella que es miseria humana, de las que se nutre de la inquietud por la banalidad y se autoincinera en pro de almas que se bañan en la profecía del hábito y la apariencia. Mamá decía que el futuro era un pie que avanzaba hacia tierra firme, pero ahora, ese pie está indeciso y la única tierra firme que pisará será una tierra donde las playas se forman de estiércol y la palmeras sirvan de totem para héroes de carne y dolor.   

Pobres, su futuro es mierda, asimismo revolución. Para efectos prácticos, en los pobres reina y reinará la revolución de métodos empíricos: el lago del dolor y del vivir será nuestra fuente epistemológica, y el volcán de la rabia y la derrota, nuestras armas metodológicas, con el fin de alcanzar las playas de la nostalgia, de tibias y hermosas arenas, de sangres bípedas, que huelen a estúpidas y frías soledades; es decir, huelen a formol. El futuro para mí y nuestra raza es una libreta sin apuntes, vacía por el dolor de nuestra mano creadora. Pero hay un solo titulo capaz de autoescribirse en esa libreta: La nada. A mi amigo y escudero Pablo, quien me comprende por proximidad y tiempo, espero me perdones, y espero que en mi funeral pronuncie estas palabras: hastío y miseria son tan pocas para una felicidad vacía, de vórtices que envenenan las almas de fulanos creyentes a los hastíos de los nunca, de los siempre. Así, nos queda el culto a la nada, la cual es vitamina de almas que no tienen crucifijo. La muerte espera primero, como el tren que arriba pero nunca llega, siempre presente, en un horizonte de eventos. Gente que me quiere, el suicidio reivindica la voluntad de las almas superiores, de almas que buscan nadar en la nada, bajo estrellas que cantan sobre ecos de pasados inexistentes y laberintos de puertas falsas. Siendo así, la muerte, mí muerte, es posibilidad; o lo que es lo mismo, es la estadística de la nostalgia y el dolor, es sentimiento que avanza con pasos firmes, sobre una playa sintiente, que apaga mi dolor y tranquiliza mis cargas. La termodinámica de la muerte ha comenzado. Soy finito e infinito, soy matemática de un lenguaje inconcluso. Soy un suicida, que avanza sobre playas firmes, para tomar el sol en el infinito de la nada. 

Pablo, espero me perdone. Atentamente: Yo, el suicida, su extinto amigo; que mi recuerdo afinque en ti. 

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