Por: César Augusto García Arias.
SUERTE TIENEN LAS PALOMAS
A Gloria, una colombófila caqueteña.
Suerte tienen las palomas de recordar su nido, como la hija recuerda a su madre, recuerda el frío.
Suerte tienen las palomas de llevar mensajes, como suerte tiene la muerte, de llevar mensajes que parten el alma de los vivos.
Suerte tienen las palomas de predecir el tiempo, como el viento entre los tilos predicía la llegada de su madre; bajo noches de hielo seco, que anuncian el regreso del recuerdo, de la nostalgia, de un hastío.
Suerte tienen las palomas de volar muy lejos, como el aroma de aquel chocolate caliente, hecho con amor de madre; que solía estar cargado de espuma y brío.
Suerte tienen las palomas de morir de viejas, como mueren de viejas las palabras sabias, hechas poesía; hechas nostalgia; de una madre hacia sus críos.
Suerte tienen las palomas de ser fieles, como la mano de la madre solía ser fiel; entre la calma o angustia de los abrazos; suerte que tenía siempre una mano amiga.
Suerte tienen las palomas de gozar de un buen vuelo, como gozaba volar la batuta de la madre, cuando el concierto de grillos y sapos, fortissimo se metía entre la cena de noches campesinas.
Suerte tienen las palomas de adaptarse al cambio, como ella se adaptó al cáncer, con valor y guapura.
Suerte tienen las palomas de valorar el cuidado de sus guardianes, como la gente valoraba el suave consejo de su boca, de su inocua voluntad de madre y ciudadana.
Suerte tienen las palomas de recordar su nido, como la hija recuerda a su madre, y recuerda la muerte, y recuerda la nieve, y recuerda su palomar querido.
Suerte tienen las palomas de vivir con ella, de vivir con Gloria, bajo el recuerdo de su madre, de aquel frío.
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