GUILLE, EL HOMBRE QUE CONQUISTÓ LA PALABRA
PRIMERA PARTE
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Guillermo y yo. Foto: Florencia-Caquetá. |
Centro de Florencia. Carrito de Crem Helado. <<Tilìn, tilín, tilín, tilín>>, se escucha. ¿A caso somos guacamayos paleteros?>>, le pregunto a mi escudero. <<César paleteros ¡no!, mejor que nos llamen Empresarios del Sabor>>, responde mi escudero, convencido de sus palabras. <<Tilín, tilín, tilín, tilín>>, se escucha de nuevo. <<¿A caso es el sonido de una caballería indómita? ¡No!, es el sonido de una infantería que crece con la pobreza, es el rebusque; lo que nos tocó>>, pienso, mientras mi escudero y yo ---dos guacamayos lunáticos---, recorremos la Ruta de las Paletas, la Ruta del Sabor. <<Tilín, tilín, tilín...>>, se escucha.
La primera vez que vi a <<Guille>> fue en la Universidad de la Amazonia, en medio de un caldeado ambiente de asambleas y revueltas estudiantiles. Corría el año 2011 y yo cursaba quinto semestre de Licenciatura en Ciencias Sociales, también en la Universidad de la Amazonia. Tengo mala memoria, pero nunca olvido un rostro; y el rostro de Guille no fue la excepción. <<¡Viva la U, Viva, viva la U, Viva, viva la Universidad, no la dejes, No, no la dejes, No, no la dejes Privatizar...!>>, gritaban los estudiantes, con los puños en alto y los rostros fruncidos. Y ahí estaba Guille, alzando su voz al unisono de aullidos de indignación y valentía. Sin saberlo, me acerqué al hombre que muchos años después me llevaría por los senderos del reino de las Paletas de Helados y por los divertidos e igualmente conflictivos reinos de las tablas y las máscaras. Él era Guille, un hombre delgado, con ropa desgastada y zapatos viejos. Que solía llevar siempre consigo un cuaderno Norma de cien hojas y un lapicero de tapa mordisqueada. Él era Guille, mi objeto literario, mi historia, aunque esto último ni se me pasara por la cabeza dicho día. Pero lo sentía. Porque algo inexplicable me decía que aquel hombre sin nombre,---desconocido para mí---; aquel hombre perdido en los gritos de jóvenes idealistas; aquel hombre que mientras aplaudía o se quejaba en silencio, fuera desde la originalidad de su inercia voluntaria de naturaleza caballeresca, o desde la observancia del infinito a través de su mirada quieta pero no inquieta; tenía una historia que contar, una historia digna de un héroe de carne y hueso. Pues él era Guille, un hombre que contaba una historia, sin contar más que su propio silencio, aunque esa tarde de asamblea permanente, el ruido lo tomara por sorpresa y le moviera a emplear su voz. Hoy el recuerdo de aquel día pasa por ser idílico, onírico, incluso metafísico. Sin embargo, aquel día de congregación, de emoción y encuentro con Guille, me permitió abrir las fronteras de mi curiosidad emocional, lo cual agradezco infinitamente, porque de esta escena surgió una nueva comedia, una emocionante historia de amistad y admiración.
Tres personajes. Tres tipos de escenario. Un gran teatro: la vida. En la calle lo llaman <<El Paisa>>, en la Universidad le suelen decir <<Guille>>, y en el reino de las tablas y las máscaras se autoproclama como <<Memotila>>. Pero esta trinidad no sólo exalta la multiplicidad de signos y nombres que describen con éxito a nuestro personaje. También evoca la multiplicidad emocional de los talentos y las facetas de un colombiano duro de matar, que esconde en su historia la clave del buen hacer y el buen actuar, ya sea bajo el desespero de las circunstancias, o bajo la luz del aplauso y el reconocimiento. Entonces, Guille personifica al colombiano oculto en las sombras de un muro alto y fuerte, construido para ocultar la luz que representa la bondad del arte y el amor por la vida. Guille, como muchos colombianos, vive en esas sombras, no para quedarse, sino para escapar grafiteando las paredes de dicho muro con la fuerza y voluntad que caracterizan a los verdaderos artistas: hombres y mujeres que por momentos ven la luz, ven un horizonte de placer y goce, digno de la emotividad humana, de la plasticidad cerebral, de la naturaleza creatividad del human. Guille, entonces, es un human de admirar, no por su multiplicidad de clase, sino por su persistencia y convicción en la acción de ganarse la vida con la luz del arte, luz que fastidia las almas de seres acomodados en las sombras de este mundo artificial y mecánico, donde el artista es un empresario de la vagancia y el arte su instrumento de combate. Guille es un héroe en sí mismo; representa lo contrario al interés y la acumulación que habitualmente aflora en el human economicus. Guille, es un servil hombre, un servil civitas que piensa en la comunidad antes de pensar en su beneficio personal. Es un utilitarista práctico y honesto que ve en el arte el camino hacia la paz y la libertad humana. Guille, sin exaltación literaria, es un activista de la pobreza y el arte, un negociante de progreso alterno. El propio Guille responde a estas palabras con una enorme sonrisa de emotividad y sapiencia. Para Guille, las palabras que se convierten en acciones dibujan el camino de la razón y la libertad. Este humanismo empirísta logra vencer la ilusión de una vida Mastercard y lo impulsa al ostracismo del arte como voto transitorio de esfuerzo y claridad. El propio Guille se pregunta qué quiere y resalta un único objetivo de vida: <<Quiero que las personas me reconozcan por mi entrega y trabajo en las tablas; por el digno y no despreciable trabajo en las calles como vendedor de helados, y como buen maestro y entusiasta del arte y la narración oral; en resumen, como alguien que vive para servir a la comunidad>>.
Continuará segunda parte miércoles 19 de Abril.
La primera vez que vi a <<Guille>> fue en la Universidad de la Amazonia, en medio de un caldeado ambiente de asambleas y revueltas estudiantiles. Corría el año 2011 y yo cursaba quinto semestre de Licenciatura en Ciencias Sociales, también en la Universidad de la Amazonia. Tengo mala memoria, pero nunca olvido un rostro; y el rostro de Guille no fue la excepción. <<¡Viva la U, Viva, viva la U, Viva, viva la Universidad, no la dejes, No, no la dejes, No, no la dejes Privatizar...!>>, gritaban los estudiantes, con los puños en alto y los rostros fruncidos. Y ahí estaba Guille, alzando su voz al unisono de aullidos de indignación y valentía. Sin saberlo, me acerqué al hombre que muchos años después me llevaría por los senderos del reino de las Paletas de Helados y por los divertidos e igualmente conflictivos reinos de las tablas y las máscaras. Él era Guille, un hombre delgado, con ropa desgastada y zapatos viejos. Que solía llevar siempre consigo un cuaderno Norma de cien hojas y un lapicero de tapa mordisqueada. Él era Guille, mi objeto literario, mi historia, aunque esto último ni se me pasara por la cabeza dicho día. Pero lo sentía. Porque algo inexplicable me decía que aquel hombre sin nombre,---desconocido para mí---; aquel hombre perdido en los gritos de jóvenes idealistas; aquel hombre que mientras aplaudía o se quejaba en silencio, fuera desde la originalidad de su inercia voluntaria de naturaleza caballeresca, o desde la observancia del infinito a través de su mirada quieta pero no inquieta; tenía una historia que contar, una historia digna de un héroe de carne y hueso. Pues él era Guille, un hombre que contaba una historia, sin contar más que su propio silencio, aunque esa tarde de asamblea permanente, el ruido lo tomara por sorpresa y le moviera a emplear su voz. Hoy el recuerdo de aquel día pasa por ser idílico, onírico, incluso metafísico. Sin embargo, aquel día de congregación, de emoción y encuentro con Guille, me permitió abrir las fronteras de mi curiosidad emocional, lo cual agradezco infinitamente, porque de esta escena surgió una nueva comedia, una emocionante historia de amistad y admiración.
Tres personajes. Tres tipos de escenario. Un gran teatro: la vida. En la calle lo llaman <<El Paisa>>, en la Universidad le suelen decir <<Guille>>, y en el reino de las tablas y las máscaras se autoproclama como <<Memotila>>. Pero esta trinidad no sólo exalta la multiplicidad de signos y nombres que describen con éxito a nuestro personaje. También evoca la multiplicidad emocional de los talentos y las facetas de un colombiano duro de matar, que esconde en su historia la clave del buen hacer y el buen actuar, ya sea bajo el desespero de las circunstancias, o bajo la luz del aplauso y el reconocimiento. Entonces, Guille personifica al colombiano oculto en las sombras de un muro alto y fuerte, construido para ocultar la luz que representa la bondad del arte y el amor por la vida. Guille, como muchos colombianos, vive en esas sombras, no para quedarse, sino para escapar grafiteando las paredes de dicho muro con la fuerza y voluntad que caracterizan a los verdaderos artistas: hombres y mujeres que por momentos ven la luz, ven un horizonte de placer y goce, digno de la emotividad humana, de la plasticidad cerebral, de la naturaleza creatividad del human. Guille, entonces, es un human de admirar, no por su multiplicidad de clase, sino por su persistencia y convicción en la acción de ganarse la vida con la luz del arte, luz que fastidia las almas de seres acomodados en las sombras de este mundo artificial y mecánico, donde el artista es un empresario de la vagancia y el arte su instrumento de combate. Guille es un héroe en sí mismo; representa lo contrario al interés y la acumulación que habitualmente aflora en el human economicus. Guille, es un servil hombre, un servil civitas que piensa en la comunidad antes de pensar en su beneficio personal. Es un utilitarista práctico y honesto que ve en el arte el camino hacia la paz y la libertad humana. Guille, sin exaltación literaria, es un activista de la pobreza y el arte, un negociante de progreso alterno. El propio Guille responde a estas palabras con una enorme sonrisa de emotividad y sapiencia. Para Guille, las palabras que se convierten en acciones dibujan el camino de la razón y la libertad. Este humanismo empirísta logra vencer la ilusión de una vida Mastercard y lo impulsa al ostracismo del arte como voto transitorio de esfuerzo y claridad. El propio Guille se pregunta qué quiere y resalta un único objetivo de vida: <<Quiero que las personas me reconozcan por mi entrega y trabajo en las tablas; por el digno y no despreciable trabajo en las calles como vendedor de helados, y como buen maestro y entusiasta del arte y la narración oral; en resumen, como alguien que vive para servir a la comunidad>>.
Continuará segunda parte miércoles 19 de Abril.
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