Por: César Augusto García Arias
Hola sobrino
Le cuento:
Me levanté con la decisión tomada: gastaré cien millones de pesos por todo un día de compañía. Pero no soy bobo. Camuflé aquella decisión bajo el engaño de un experimento social, y el resultado me sorprendió. La cosa es que envié a un mayordomo de confianza a la oficina del Extra, en Florencia, para que entregara un sobre con una buena suma de dinero y el siguiente anuncio:
Yo, un hombre de 75 años, busca compañía por 24 horas. No se requiere experiencia de ningún tipo. El pago será un regalo sorpresa que será entregado al final de la jornada de trabajo. Si está interesado comuníquese al 3182969780. Nota: El regalo es sorpresa, lo que significa que puede gustar o no. Aunque estoy seguro que no habrá motivo para devolver la sorpresa. Deje su número y luego de una semana me comunicaré con usted. No se arrepentirá.
Mi mayordomo regresó con buenas noticias, y aunque mi coartada había sido objeto de miles de preguntas y advertencias por parte de los redactores del periódico, como: quién escribió el anuncio, mucho cuidado porque hay muchas personas con malas intenciones, ¿es para sexo?, no nos hacemos responsables por hechos delictivos, firme aquí; el sobre con dinero hizo lo suyo y la nota fue publicada en primera plana, al día siguiente.
Lo primero que vi al levantarme fue mi mayordomo con una libreta de apuntes y unas orejas rojas que colgaban de él. Antes, habíamos acordado que él se haría pasar por mí hasta que yo personalmente tomara la decisión de escoger un posible candidato. Y así pasó. Según recuerdo, José había contestado cuarenta llamadas, la mayoría insultos por viejo verde y ofertas sexuales a cambio de una sorpresa monetaria específica. Entonces decidí esperar. Y esperé hasta las siete de la noche, hora que llamé a José y le pedí informes. Nuevamente más insultos y ofertas sexuales, pero esta vez habían buenas noticias. De doscientas veinte llamadas cuatro habían sido las seleccionadas, todas ellas porque cumplieron los requisitos de madurez y honestidad. Aquí una descripción breve de dichos precandidatos entregada por José:
Laura Natalia. 33 años. Cuenta que su padre tenía 70 años cuando murió y no pudo cumplir su último deseo: cenar en el Rinconcito Moreliano, piscinear y ver una película en Cinemark con ella. Y cita: el día que mi papá me llamó a contarme su deseo, yo estaba en Estados Unidos haciendo una maestría y me sentí muy mal el haberle dicho a mi papá que no podía regresar a Colombia pronto. Ahora que tengo esta oportunidad, quiero que me tenga en cuenta. Gracias.
Cristian Montenegro. 40 años. Dice: Quiero hacerlo reír. Quiero caminar con usted y hablarle de la vida y los amores. Quiero tener la oportunidad de invitarlo a una partida de ajedrez y tintear en el balcón de mi casa. Quiero que conozca a mis hijas y juegue con sus muñecas como no pudo hacerlo mi padre. Quiero que usted sea testigo de mi éxito como empresario y quiero, por último, que me de un fuerte abrazo, como solía hacerlo mi padre, antes que la vida me lo arrebatara.
Luz Amparo. 70 años. Dice: No tengo mucho que ofrecer y no quiero cosas materiales. Sólo quiero que venga al asilo de ancianos y pase un día conmigo y otros abuelítos. Aquí todos somos muy risueños y nos gusta contarnos chismes. Tal vez se quede y nos haga compañía. Mañana, por ejemplo, hay torneo de parqués y damas chinas. Que el amor de Dios lo guarde. Amén.
Y Camilo Losada. 10 años. Dice: Mi mamá dice que usted podría cumplir uno de mis sueños. Tengo cáncer y nunca tuve un abuelíto que me leyera un cuento, como hacen en la televisión. Aunque estoy internado en el hospital, mi mamá es muy linda y lo puede recoger en su casa. Le podemos pagar, y por la sorpresa, creo que usted será la mayor sorpresa antes de morirme. Dice el doctor que me quedan pocos meses de vida, pero no estoy triste y quiero contarle qué sentí cuando besé por primera vez a Nataly, mi novia del cole.
Terminé de leer las notas de José y contuve el aliento. No sabía a quién seleccionar. Me conmovió Camilo y su estado terminal. Aunque su mamá tiene dinero, podría convencerla que donara la sorpresa a los niños con cáncer más pobres. Por otro lado, me tocó la honestidad de Cristian y su amplia gama de actividades que estaría dispuesto a ofrecerme como ejercicio espiritual después de la muerte de su padre. Me llamó mucho la atención Luz Amparo, porque pasar un día con mi generación no estaría nada mal. Me encanta el parqués y seguro me divertiría adelantando cuaderno y pelando de todo el mundo, el gobierno, la gente, la música, la ropa, la tecnología, en fin. Y, aunque sea la oferta más simple de todas, me enteré que Laura era hija de un antiguo trabajador mío. Que ahora que regresó a Colombia no tiene trabajo y debe mucho dinero al banco. No le caería mal la sorpresa.
Cuando ya iba a tomar una decisión me contuve. Eso fue hace dos días y le cuento que aun hoy no sé qué decisión tomar. Ahora estoy aquí, en mi escritorio personal y le escribo para que me ayude. Sé que tienes un famoso blog (www.bitacoraprofesorjoven.blogspot.com) con miles de lectores por todo el mundo y creo que publicar esta historia como anuncio en su web me ayudará a tomar una mejor decisión. La historia, sobrino, va acompañada por la siguiente pregunta, la cuál redacté para tener respuestas o sugerencias claras. La pregunta es:
De la historia anterior:
¿Qué decisión debo tomar, ¿ir a comer con Laura, dejarme abrazar por Cristian, jugar parqués con Luz Amparo o cumplir el último deseo de Camilo? Y si hay otra opción, ¿cuál me sugieren?
El abuelo C.J.
Continuará...
Lo mejor es que se quede con Laura Nathalia.
ResponderEliminarLo mejor es compartir con el chiquito Camilo Losada
ResponderEliminarCreo que debería ir con Luz Amparo. Es sensata y la suya es una invitación sin pretensiones para sí. Pero además es la única que no me genera desconfianza. Creo que Cristian y Camilo, -en realidad la madre de Camilo-, son tan confiados que parece que se tratara de un chiste o una mentira. No parece cierto que un padre permitiría que un adulto desconocido se acerque a sus hijas, o que reemplace a su padre por un día. Menos parece cierto que una madre le aconsejaría a su hijo que escriba a un desconocido para que haga el papel de abuelito y le lea un cuento. Finalmente, creo que Laura Natalia es poco sensata al creer que va a poder dejar de sentirse culpable compartiendo un día con un total desconocido. Pero conociendo su situación, es probable que de hecho no lo crea y simplemente haya querido apostar y ver si la sorpresa que prometía el anunció era buena. Al fin y al cabo no eran más de 24 horas con un anciano, no correría peligro alguno.
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